Napoleón Gómez Urrutia
LA
JORNADA
Hace
78 años, con la fundación del Sindicato Nacional de Mineros, este organismo
histórico del movimiento obrero de México desarrolló una política que se
caracteriza por su genuino apego a la autonomía sindical. Ante las condiciones
cambiantes de la realidad mexicana, el sindicato de los mineros, fundado en la
ciudad de Pachuca en 1934, mantuvo y desarrolló los diversos valores y
principios del sindicalismo independiente y democrático.
La
autonomía no es un simple concepto abstracto, sino una realidad actuante.
Significa libertad de asociación sindical, defensa de los contratos colectivos
de trabajo, derecho a la huelga, manejo autónomo de las elecciones internas del
sindicato, tanto para la designación de sus dirigentes como para la de quienes
lo representen en las diversas instancias de su función; uso responsable y
también autónomo de los recursos económicos que los trabajadores afiliados
entregan a la organización sindical para el sostenimiento de su lucha y para
sus funciones administrativas, legales y políticas, así como transparencia
total en el manejo de dichos recursos, la cual se da cada día pero sobre todo
cada dos años, en el contexto de la convención general ordinaria que, con esa
periodicidad, celebran los trabajadores.
La
propuesta de reforma laboral de Felipe Calderón, de evidentes intenciones
puramente patronales, significa un error político para el futuro inmediato, la
cual contiene un capítulo especial sobre transparencia y rendición de cuentas
para todos los sindicatos de México. En este tema, la propuesta de Calderón y
el PAN significa una trampa en la que han caído casi todos los diputados y
senadores, y no entienden que con ella este gobernante se empeña en mostrarse
como un defensor de la democracia y de la transparencia sindicales. Nada más
falso.
Un
dato significativo para el Sindicato Minero es que, a pesar de que desde su
nacimiento ha practicado invariablemente la rendición de cuentas y la
transparencia, Calderón lo ha perseguido hasta niveles nunca antes vistos, con
lo cual revela que está en la incongruencia total y en el doble lenguaje
respecto de su declarada adhesión a la democracia sindical. Los estatutos del
sindicato establecen claramente que los únicos a quienes compete conocer de
estos asuntos son los propios trabajadores miembros, y de ninguna manera les
atañe a terceros ajenos, trátese de funcionarios, políticos, gobiernos o
empresas, pues los trabajadores mineros no son ingenuos ni ingresaron
recientemente a la vida política o social. Es el principio de la autonomía
sindical lo que Calderón y el PAN pretenden romper en esa parte de su
propuesta. Y es lo que algunos legisladores de la izquierda y del PAN apoyan,
sin bastarles que tanto los congresistas del mismo PAN con los del PRI hayan
aprobado en las cámaras, en un 80 por ciento, una de las reformas más lesivas a
los trabajadores mexicanos de cuantas se hayan presentado jamás.
De
aceptarse en definitiva la postura calderonista de reformas laborales, junto
con el ataque a la autonomía sindical, Calderón y el PAN obtendrían un triunfo
inmerecido y carente de toda ética. Piden que los sindicatos obedientemente les
rindan cuentas a ellos y a lo que denominan "la sociedad", pero en
ningún momento han planteado que las empresas o el gobierno rindan cuentas
similares o practiquen esa transparencia en todos los actos de su desempeño,
también para que el país esté informado.
En
su hipocresía ocultan el sentido engañoso de esta propuesta de reforma. Según
sus autores, sólo las organizaciones de trabajadores, sin distingos de siglas
de ninguna especie, actúan fuera de la ley. En cambio, sus acusadores y
perseguidores de las empresas antisociales y del gobierno conservador ostentan
ser moralmente perfectos y que sus acciones están siempre inscritas en la más
absoluta legalidad, por lo cual no tienen por qué someterlas al escrutinio
público externo, ya que en su conducta las prácticas de corrupción e impunidad
que ejercen son algo que se debe premiar y no castigar. Que no se presuma que
para efectuar esta rendición de cuentas existen leyes y autoridades hacendarias,
porque siempre ha sido evidente que las más poderosas compañías, además de su
reducida aportación al erario vía impuestos, son las que más evaden sus
responsabilidades legales y tributarias. Hasta los gobiernos les perdonan
adeudos multimillonarios y les regresan recursos fiscales en cada ejercicio
anual. ¿En qué lugar de la propuesta calderonista hay el mínimo intento de
equilibrar el tablero entre patrones y sindicatos?
Los
gobiernos de derecha, los políticos sin escrúpulos y algunos patrones han
estado actuando durante décadas como los defensores del gran capital y como los
perseguidores despiadados de todos quienes nos hemos opuesto con dignidad a esa
injusta política, tanto en el mundo sindical como en la arena social. Ahora que
por fortuna está por irse Calderón del poder presidencial, ven que llegó el
momento de arreciar su embestida. No sólo quieren una reforma laboral, sino que
vaya acompañada por una contrarreforma sindical, que mete en la misma categoría
a las organizaciones legítimas de trabajadores y las que luchan por los
intereses de ellos y sus familias, y las que por su corrupción hace muchos
decenios dejaron de ser sindicatos auténticos que defiendan los derechos de sus
agremiados.
Esto
ni siquiera lo advierten los legisladores, que se suman a la intención patronal
de nulificar a todo sindicato. Pero la derecha sí sabe qué pretende, esto es,
establecer en México un colosal campo de concentración y de explotación
irracional de los trabajadores, donde no haya ni el menor rastro de organizaciones
que los puedan defender.
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